Bajamos del bus y a los pocos metros ya me tienen que llamar, chico, dónde vas tan rápido. He de reconocer que camino con la excitación de esos acontecimientos que, en este mundo tan raído, aún te consiguen tremolar el cuerpo y la cabeza. No sé qué me voy a encontrar… o sí lo sé y necesito verlo ya. Así que enseguida recorremos Jardines Aguilar de Ebro, por donde llegamos a A Vecinal. La imagen de lo que acontece en la plaza me inunda, como esa primera respiración de las mañanas de rocío, que llena de frescura.
Muchas personas y gentes, edades y colores, niños y niñas, y música. Nos acoge la primavera, con un sol que revitaliza y con una sombra amable, donde vibran sonrisas que se mezclan, corrillos que celebran y un sonido de bullicio de los que te exigen que participes. A mis ojos ilusionados, ante la entrada de A Vecinal parece arremolinarse un montón de abejas entusiasmadas por la misma flor, decididas con sus alas a construir un enjambre.
No se me quita ya la sonrisa en toda la mañana, ni en todo el día. Estoy lleno de toda la belleza que desprende esta pequeña colmena cimentada en los actos más prosaicos, en los esfuerzos diarios: los pequeños y constantes, tan necesarios; y los grandes y plenos de voluntad, tan cruciales. La inauguración es un éxito que hace justicia al duro trabajo de todas las personas que han construido A vecinal y al amor que ponen en cada acto.
Hace unos meses aparecimos en este rincón de la ciudad un puñado de gentes distintas. Nos atrajo el deseo común de transformar nuestra alimentación, el deseo de que llenar la cesta no conlleve un impacto negativo. Decidimos construir un lugar donde se pudiera comprar con la confianza de que todo lo que te lleves a casa respeta al medio ambiente y a las personas productoras.
Tras meses de sudor y de jornadas que se alargan, hoy podemos celebrar. Estamos en marcha y cada vez más personas se nos unen en el camino. Veo a la gente comer y brindar, reírse, reencontrarse y conocerse por primera vez; descubrir a nuestros productores y alucinar con los quesos, los patés, el vino, las cremas, la cerveza… La cola en la tienda es infinita.
Me recorre por dentro un sentimiento agradecido a todas las personas que me cruzo: a las que se han pasado a curiosear y a las que preguntan cómo entrar en A Vecinal; a las socias que compran cuando pueden y a las que forman parte de los grupos de trabajo; y a esas que han trenzado la inauguración durante semanas y desde el punto de la mañana de este 30 de marzo inolvidable, que ayer buscaban proveedores, hoy tiran cervezas o sirven tostadas y mañana estarán ahí para lo que haga falta.
Este maravilloso día habría sido imposible sin la colaboración de nuestros productores y los productos que nos surtieron para degustar: Agrisan, Ahimsa, Bio Delices, Casa Conejos, Casa Paul, Cervezas Borda, Ecolécera, Ecoplaza, El Criollo, Epilense de vinos y viñedos, Font del Parral, Frixen Cola, Gardeniers, Naturalmente bio, Queso D’Estrabilla, Riet Vell, Urbezo, Veggie Calma.
Nos acompañaron y pusieron ambiente a nuestra celebración Dúo MerChante, El gigante azul, las colaboradoras que participaron en la obra teatral y en el espacio infantil, Rara Avis y sus fotografías minuteras, el Grupo de Paloteao de El Gancho, y nuestras queridas Sanahoria, Doña Borraja y Doña Acelga. Y no nos olvidamos de agradecer también al Centro de préstamo de Zaragoza por proporcionar los materiales para montar nuestros tenderetes.
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